• Année
  • 1950
  • Catégorie
  • Radio - ou tuner d'après la guerre 1939-45
  • Radiomuseum.org ID
  • 62558

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 Spécifications techniques

  • No. de tubes
  • 3
  • Principe général
  • Super hétérodyne (en général); FI/IF 455 kHz
  • Gammes d'ondes
  • PO uniquement
  • Tension / type courant
  • Appareil tous courants (CA / CC) / 110-125 Volt
  • Haut-parleur
  • HP dynamique à aimant permanent + bobine mobile / Ø 7.5 cm = 3 inch
  • Matière
  • Plastique moderne (pas de bakélite, ni de catalin)
  • De Radiomuseum.org
  • Modèle: Pulgarcito Super I - Cradial; Hospitalet de
  • Dimensions (LHP)
  • 115 x 87 x 75 mm / 4.5 x 3.4 x 3 inch
  • Remarques
  • the model Super I is only OM frequency is 1800-575 KHz, model Super II OM 1800-575 KHz and 5,3-14,5 MHz
  • Source extérieure
  • Ernst Erb

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MI RADIO PULGARCITO.
En el número 10 de la murciana Alameda de Colón está actualmente el establecimiento Foto Video Climent S.A. donde antaño estaba la tienda de electrodomésticos Establecimientos Climent. En sus dos escaparates de antes, situados a derecha e izquierda formando un pasillo de entrada al establecimiento se mostraban los últimos adelantos en fotografía, radio y electrodomésticos en general. Allí compró mi padre la radio Philips de su mesilla de noche, allí vi una vez el televisor en blanco y negro mas grande que he visto en mi vida, allí compre mi primera radio antigua, una radiogramola Telefunken de la que algún día prometo contarles la historia. Frente a esos escaparates pasé en mi infancia unos momentos imborrables.
Todo lo que sonaba a cable, enchufe, corriente o radio a mi me entusiasmaba ya desde muy pequeño, y Saura, mi padre, echaba leña al fuego siempre que podía. Una mañana de sábado me llevó de paseo por la Avenida de Colón, frente al jardín de Floridablanca (por cierto, creo que el jardín mas antiguo de España) y mientras paseábamos me dijo: vas a ver la radio más pequeña del mundo ¿sabes como se llama? Se llama Pulgarcito, como el del cuento. “¡Eso si, la verás pero no la catarás!” me advirtió, pues los bolsillos andaban escasos de perras, y el aparatito rondaba las 1600 pesetas de las de antes.
Cuando llegamos al escaparate de la derecha, allí estaban, apilados en la esquina del fondo a la izquierda, los Pulgarcitos, de todos los colores: blanco, verde, rosa y azul, con sus dos botones, sus dos diales verticales y la rejilla que cubría una tela de color rojo tras la que se ocultaba el altavoz. Eran preciosos, y recuerdo que al verlos exclamé “¡Pero si son como un elevador de grandes!” . Esa frase, como luego leerán, tuvo su repercusión.
Desde aquella mañana, cada vez que salía de paseo por aquella zona con mi padre hacíamos la “Ruta de los Pulgarcitos” pues incluimos en esa denominación la radio Bertran Comodín, cuya historia ya les conté: pasábamos primero por el kiosco a comprar chucherias y de paso ver y oír la radio, y luego caminábamos hasta el escaparate de Climent y mirábamos los Pulgarcitos; a su lado los demás aparatos de bakelita Philips (Establecimientos Climent era distribuidor) parecían enormes; pero esa etiqueta que era casi tan grande como ellos indicando 1600 pta me ponía mal cuerpo cada vez que la leía.
Llegó el día de mi cumpleaños, y a mediodía apareció Saura con una cajita de cartón en la mano; al ver el tamaño me dio un vuelco el corazón, pues pensé ¡el Pulgarcito!... pero no, no era una radio, sino un flamante elevador marca Alcer. Lejos de sentirme decepcionado, me entusiasmó y corrí a conectarlo a la radio de mi madre y ponerlo sobre el tapete de color verde claro que la cubría, y empecé a jugar con el conmutador de tensiones viendo como se movía el voltímetro; así yo imaginaba que el elevador era una radio, que el voltímetro era el dial, el conmutador el control de volumen, y el sonido pues lo proporcionaba la Tungsram Perla.
Claro está, bakelita y chaval de pocos años son términos poco compatibles, y no pasaban muchos días hasta que el elevador pasaba a mejor vida. Pero desde entonces, cada cumpleaños y cada onomástica tuve mi Alcer puntualmente.
Un día, para colmo de mis males, acompañé al repartidor de pan de la tienda de mi madre a casa de una vecina, y mientras esperábamos a que nos sacase el dinero, pude ver una Pulgarcito de color verde en la mesilla de la habitación de sus hijos, pero estaba apagada y me quedé con las ganas de oírla.
Pasaron los años, y alla por 1971 un día llama Saura todo contento diciéndome: Salva, después de comer va a venir un señor que vende un Pulgarcito: vamos a ver si negociamos el precio.
A las cuatro en punto llegó un señor, con una pinta ciertamente extraña y una voz peculiar, con boina y abrigo negro, de uno de cuyos bolsillos sacó envuelto en un paño enorme, un Pulgarcito blanco... pero sin tapa trasera y con todos los barrotes que cubrían en altavoz rotos. Aseguraba que funcionaba, y hubo que probarlo: el abuelo iba a meterlo directo en el enchufe de casa a 220 voltios, y tuve que sujetarle el brazo para evitar el desastre; se enfurruñó, pero me hizo caso y esperó a que sacase un elevador para probarlo. Ahora reconozco que me pasé de listo: saqué el elevador-reductor... pero distraídamente giré completamente a la izquierda el conmutador de tensión, pues de esa manera supuse que la radio no llegaría a funcionar correctamente y asi podríamos regatear el precio... aunque a mi no me gustaba nada eso de que estuvieran rotos los barrotes de la rejilla. Conectamos, giramos el potenciómetro... ¡y vaya si sono! ¡como un cañón entró el Centro Emisor del Sureste de RNE, con un sonido clarísimo. Tras este fracaso, subí la tensión hasta el valor correcto y entonces el sonido mejoró aun mas...pero resulta que solo captaba esa emisora en todo el dial, señal de que algo no funcionaba bien, ¡y el abuelo pedía 2500 pesetas de las de entonces!, y eso era mucho dinero;  con las mismas envolvió su Pulgarcito en el trapo, se lo metió al bolsillo y refunfuñando se marchó.
Tuvieron que pasar muchos años hasta que por fin, una mañana de Noviembre de 1984 en el Rastro de Madrid encontré un flamante Pulgarcito de color blanco; temiéndome lo peor, y pese a que llevaba gafas de sol puestas (recuerden que es imprescindible llevar gafas de sol al ir a comprar a los mercadillos para que el vendedor no vea como nos brillan los ojos al ver algún cacharro que nos interesa) pregunté por el precio: “Pues me parece que es un transistor. Dame quinientas” me dijo. Bueno, no tardé ni cinco segundos en sacar cinco billetes marrones y echarle el guante al Pulgarcito. Al llegar a casa funcionó como un león; lo limpié (que buena falta le hacía) y ahí está, convertido en toda una estrella de mi colección.
 
Salvador Saura López
Noviembre 2008

Salvador Saura-Lopez, 08.Nov.08

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